Es cierto que los Estados Unidos de Norteamérica ya no es, como país, lo qu era. Aún así, su protagonismo en el mapa mundial sigue siendo relevante. Como país, y no desde la singularidad de sus individuos, Estados Unidos es el país de la ignominia.
Acaba de vetar una resolución para que Palestina sea admitido como miembro de la ONU (una organización decadente y que no sirve absolutamente para nada). En estas afrentas del llamado país de las libertades, es conveniente recordar que es un aliado incuestionable de Israel, un Estado que actúa activamente en el genocidio de un pueblo. Puede por ello considerarse a Estados Unidos criminal por colaborar encubiertamente en este acto degradante de la especie humana.
Estados Unidos de Norteamérica, como país, y no desde sus individualidades, sigue creyéndose el sheriff del planeta. Vive anclado en sus pedorretas de ostracismo colonial masacrando a los nativos que allí moraban, esclavizando a los africanos que llevaron al continente y a la población china que obligó a trabajar en sus líneas de ferrocarril.
Europa no lo hizo mejor desde luego, aunque hay matices. De todos modos, la vieja Europa, en decadencia total, es una subordinada de los Estados Unidos de Norteamérica y ya no es referente para nadie. Su gloria pasó.
Le ha tocado a Palestina vivir toda esta miserable situación inhumana, pero podría haber sido cualquier otro país. Por su lado, Israel, como Estado, es deleznable y un claro testigo de hacia dónde camina Occidente. La única ley posible en este planeta es el "sálvese quien pueda".